Horacio Quiroga y la pedagogía del peligro

Compartimos algunos fragmentos del capítulo 2 de La cruzada de los niños. Intelectuales, infancia y modernidad literaria en América Latina, de Alejandra J. Josiowicz, dedicado a analizar las ideas de infancia, crianza y paternidad en los textos de Horacio Quiroga. 

Aventura y paternidad en Horacio Quiroga: para una pedagogía del peligro

“Este capítulo analiza la escena de la infancia en la literatura de Horacio Quiroga en relación con una estética y una política del peligro. Quiroga somete al niño a un doble riesgo: por un lado, a una pedagogía del peligro que funda una modalidad cívica en el ambiente selvático a partir de la supervivencia y la guerra. Por otro, lo somete a una estética del peligro a través de un lenguaje que mezcla el humor, el horror y el exceso; un lenguaje que sigue la lógica del mercado literario y la literatura de aventuras e interpela en forma directa al nuevo niño consumidor (…).

(…) La crítica de Horacio Quiroga frecuentemente ha leído el paisaje selvático como espacio de negatividad absoluta, por fuera del saber y del Estado, habitado por hombres excluidos de la vida civilizada. Según esta visión, la aventura selvática tendría un carácter puramente antiutópico, cuyo único destino final sería el silencio y la muerte. Sin embargo, en este capítulo se argumenta que la pedagogía del peligro de Quiroga parte de una lógica de la supervivencia y la guerra para construir un modo de sociabilidad, de lazos mutuos y vida en común ligado a una ética cívica y a una relación paterno filial solo posibles en la naturaleza (…).

(…) Si bien Quiroga compartía esta visión de una naturaleza infantil primitiva en un estadio biogenético salvaje y de los niños como seres instintivos, predadores naturales, no la tradujo en un reclamo de intervención por parte del Estado ni de políticas de disciplinamiento social, sino en una visión cívica alternativa que proponía recuperar la potencia primitiva del niño a través de una pedagogía del peligro. En este sentido, el pensamiento de Quiroga está quizás más próximo a las teorías médicas y científicas formuladas en esos años por higienistas, reformadores sociales, grupos liberales, asociaciones socialistas, comunistas y anarquistas, que abogaban por la práctica de deportes, la actividad física y la vida al aire libre y al sol como modo de contrarrestar la amenaza de enfermedades y de asegurar la restauración de la salud infantil, debilitada por la excesiva escolarización y la vida en las ciudades.

(…) Horacio Quiroga tenía opiniones fuertes sobre la educación, la paternidad y la crianza: varios testimonios y evidencias biográficas, reunidas por críticos, como Emir Rodríguez Monegal, lo han representado como un padre ´absorbente y tiránico´.

(…) Más allá de la imagen decadentista del escritor suicida y de vida trágica, que arrastra a sus hijos a ese mismo género de vida, las palabras de Monegal señalan, más fundamentalmente, a un padre creador de un régimen de crianza extremo, que deja a los hijos ´solos y librados a sí mismos´ y cuya ´ferocidad´ resulta en una herencia mortífera. Dicha pedagogía debe leerse como un modo de contrarrestar el rol protagónico que la madre había adquirido en los discursos y prácticas de crianza, así como el avance del Estado sobre el núcleo familiar, discursos y prácticas en que, (…) ´las cualidades maternales estaban directamente relacionadas con la producción de niños saludables´ y en que el papel de la mujer-madre como protectora y socializadora de los hijos era privilegiado por sobre las responsabilidades del padre, pasadas por alto.

(…) han afirmado que los Cuentos de la selva, así como los cuentos infantiles posteriores, serían puros productos de la situación biográfica, cuentos que Quiroga habría inventado para narrarles a sus hijos pequeños, a quienes habrían estado dedicados.

(…) Los relatos están situados en un espacio alternativo a la crisis espiritual y física de la ciudad: en la selva, donde se vuelve posible repensar los lazos mutuos y las relaciones sociales. ´La tortuga gigante´, aparecido en Fray Mocho en 1916, cuenta la historia de un hombre que enferma en la ciudad y al cual los médicos le aconsejan que se mude al campo y que disfrute de los beneficios de la vida al aire libre. El hombre se va a vivir a la selva, donde recupera su salud comiendo frutas y los animales que caza. Un día ve a una tortuga gigante herida y, en lugar de comerla, la lleva a vivir con él y la cura. Pero entonces es el hombre el que enferma y la tortuga, viendo que puede morir en la selva, decide llevarlo a la ciudad. Con mucho esfuerzo y casi al borde de la muerte, ambos llegan al jardín zoológico, donde el director cura al hombre y le ofrece quedarse a la tortuga, a la que el hombre luego visita frecuentemente. Como se ve, el texto plantea una contraposición entre la vida en la ciudad y la vida saludable, libre y autosuficiente en la selva (…).”

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